viernes, 19 de julio de 2013

18 de JULIO



“¿Cómo creer en el hombre, después de esto?” Esta es la respuesta que le da Franz en la barraca del campo de concentración Birkenwald, al camarada que observa cómo han torturado a Karl hasta matarlo. Con una actitud perversa, hacen sufrir al muchacho hasta quitarle el último aliento, y, ante el hecho, quien observa se pregunta “¿cómo creer en Dios después de esto?”

Hoy recordamos con dolor un nuevo aniversario del atentado a la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), acontecido en Buenos Aires, el 18 de julio de 1994. Se trató de uno de los mayores ataques terroristas ocurridos en la Argentina, con un saldo de 85 personas muertas y 300 heridas. Dos años antes, ya habíamos sufrido otro atentado terrorista, a la Embajada de Israel, ubicada en pleno centro de la ciudad (en Arroyo y Suipacha, Barrio de Recoleta), con un saldo de 29 muertos y 242 heridos.
La comunidad judeoargentina es la más numerosa de Latinoamérica y la quinta mayor del mundo. Pero estos atentados no hirieron solamente a la comunidad judía. Nos hirieron a todos. La voladura de la Embajada también destruyó una iglesia católica lindera y una escuela cercana. Y esto es símbolo de que episodios de esta naturaleza lastiman mortalmente a toda la humanidad, sin distinción de credos, razas, posicionamientos políticos o ideológicos. La intolerancia, la violencia insensata, el fanatismo indomable, la voluntad de sometimiento, los intereses bastardos, son contrarios a la dignidad humana; son perversos respecto de la naturaleza de la persona.

No levantemos la vista esperando que desde el Cielo nos expliquen por qué pasan estas cosas. No levantemos la vista al Cielo atribuyendo responsabilidades cuando pasan estas cosas. No levantemos la vista al Cielo para denunciarlo de una indiferencia cruel y traicionera. No levantemos la vista al Cielo para anunciarle que a partir de estas cosas, ya no creeremos más en su existencia. No. Más bien, miremos hacia dentro y preguntémonos si podemos creer en nosotros mismos cuando ocurren estas cosas. Preguntémonos qué podemos hacer, qué no hemos hecho todavía, que debemos seguir haciendo, para que estas cosas no vuelvan a ocurrir. Porque, de alguna manera, todos somos víctimas del atentado –no solo los judíos- y, de alguna manera, sin saberlo, sin darnos cuenta, tal vez todos lo hemos generado. Por lo que hicimos, por lo que no hicimos, por lo que fuera.

“¿
Cómo creer en el hombre después de esto?” responde Franz en la obra de teatro escrita por Viktor Frankl, “Sincronización en Birkenwald” Y él mismo (Franz) da una respuesta testimonial. Seguir creyendo en la persona humana a pesar de esto. Seguir trabajando por la persona humana, por su promoción, privilegiando lo que personaliza, ayudándola a salir de vacíos inhóspitos y desconcertantes, conectándola con valores reveladores de una posible vida, mejor, para todos. Creer en ella, a pesar de todo. Porque solo con un corazón idealista, haremos realidad una humanidad más noble, más justa, más plena. Para ser realistas, necesitamos corazón idealista.

En este nuevo aniversario, tomemos un minuto para reflexionar en estos episodios y honremos el sacrificio de tantas víctimas de este y tantos otros lamentables atentados, comprometiéndonos con una tarea, la de lograr esa humanidad posible. Pero no levantemos la vista al Cielo con reproches, porque desdivinizar al Cielo, es deshumanizar al hombre.

Claudio García Pintos
Logoterapeuta

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