“En
el libro del Génesis, se dice que el hombre fue creado en el sexto día y en el
séptimo día Dios puso sus manos en su regazo, de modo que, sea lo que vaya a
hacer de sí mismo dependerá de él! ¿Qué pasa con Dios? Dios está esperando, observa,
como lo hace un espectador, aquello que el hombre es, en realidad, de manera
creativa, actualizando las posibilidades de su ser. Dios todavía está a la
espera, aún en reposo; sigue siendo Sabbath, un permanente Sabbath” Víktor Frankl, "El hombre incondicionado"
Efectivamente,
en el inicio del Génesis, se explica que la creación del hombre fue planificada
para el sexto día. Antes, fue tiempo propicio para el resto de la creación,
pero en el sexto día, último del plan creador, aparece el hombre como expresión
más sublime del amor creativo de Dios. En el séptimo día, el Creador descansó.
Puso sus manos sobre su regazo y adoptó la postura del espectador, aquel que se
dispone a disfrutar del devenir de la obra. Y en su platea, reposa, expectante,
curioso, esperanzado. Dice Frankl que ese séptimo día inicia un
“permanente Sabbath”
Esta
imagen es oportuna para Frankl para introducirnos en la idea de la libertad
responsable y, responder, a la cuestión
acerca del papel de Dios en las tragedias individuales y universales que se
suceden inevitablemente en el curso de la vida.
Dice
Marshal Lewis que esta imagen de un Dios expectante y esperando en un
permanente Sabbath, es “como una ventana de oportunidad para la humanidad, para
el ejercicio de su libertad y responsabilidad”
Coincido absolutamente con la afirmación de Lewis. El Dios del Amor, como lo ha definido el
propio Frankl al Creador, ha compartido con el hombre la maravilla de la
creación y lo ha privilegiado con la posibilidad de una libertad que, incluso,
lo habilita a negarlo. Es decir, el
hombre es tan libre (por decirlo así) que hasta puede negar la existencia del
mismo Dios que lo ha creado. Y aún en esa negación, Él permanece en Sabbath.
Pero
además, es responsable. Esto es, el esplendor, o la miseria de la creación que
ha heredado, dependerán del desarrollo que el hombre haga de sí mismo. De cómo
actualice los valores humanos y no de la acción de Dios, dependerá el curso de
la propia creación. Frankl también define que Dios no es un prefecto que vigila
la acción del hombre, un guardián que le impide excesos o desvíos, o un juez
que sentencia y condena. No. El “reposo”
de Dios no debe entenderse como una inacción hipócrita o abandónica, un
descuido censurable o una distracción penosa. No. Debe comprenderse como el
respeto de Dios a la responsabilidad del hombre, a quien ha hecho heredero y
administrador de lo creado.
En
un fragmento de su obra de teatro “Sincronización en Birkenwald”, acontece la
muerte de uno de los personajes (Karl, hermano de Franz, el protagonista), a
manos de un torturador nazi en la barraca del campo de ficción Birkenwald. Otro camarada del campo, testigo presencial
del hecho, entra en ira y vocifera “¡¡cómo creer en Dios después de esto!!”, a
lo que el propio Franz responde, “no… ¡¡cómo creer en el hombre después de
esto!!” Y acá Frankl nos lleva a reflexionar sobre la posible declinación
personal o universal de la responsabilidad del hombre, sobre la responsabilidad
divina en la sucesión de hechos atroces o trágicos.
En
el fragmento que estamos utilizando como disparador de estas reflexiones, el
mismo Frankl se presenta la cuestión diciendo “¿Qué pasa con Dios?”. Y él mismo se responde: “Dios está esperando,
observa, como lo hace un espectador, aquello que el hombre es, en realidad, de
manera creativa, actualizando las posibilidades de su ser”
En
otro fragmento de la misma obra de teatro (“Sincronización…”), tres personajes
llevan a un cuarto al borde del escenario y, mirando hacia la platea (en un
curioso juego teatral), le preguntan “¿qué ve?”
Este responde, “nada… un agujero negro” (refiriéndose a la oscuridad de
la sala teatral, tal como se ve desde el escenario iluminado); y recibe como
respuesta: “sin embargo allí hay alguien mirándonos, alguien ante quien estamos
actuando”, remarcando la idea del “Dios espectador” de nuestra obra.
Entre
la creación heredada y lo que resultará de esa creación, media un tiempo que,
para el Creador, es de reposo, un permanente Sabbath, pero para el hombre, es
un tiempo de “trabajo”. Un trabajo libre
que depende de los valores humanos que el hombre se anime y/o decida a
actualizar. Un trabajo responsable que
es observado y del cual deberá hacerse cargo como hecho por sí mismo. Un trabajo libre y responsable, ni siquiera
condicionado por el mismo Dios.
Él permanece en Sabbath.
Dr.Claudio García Pintos
Logoterapeuta
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